Sobre mí

¡Hola!

Me llamo Belén, soy porteña, recién pasé los 30 y ya tengo crisis existencialistas.

Soy una mujer atolondrada, me llevo todo puesto: las patas de las sillas, el borde de la mesa, me engancho la ropa en los picaportes, etc.

En marzo de 2017 me recibí de arquitecta en la UBA. Trabajé como ayudante ad honorem unos 6 años y durante mi primer año de carrera me recibí de Instructora de Natación así que, mientras estudiaba en la facultad, daba clases de natación y trabajaba en colonias de verano en el club donde nadé toda mi vida.

Me encanta pasar mucho tiempo en el agua: en el mar, en la pileta, en la ducha. Mi lugar en el mundo es Miramar (en la costa argentina) porque ahí tengo los recuerdos más felices de mi infancia.

No me gusta cocinar, si es por mí viviría a rotisería, pero me gusta mucho comer. Lo que más disfruto hacer es leer, escribir, salir a caminar. Me apasionan las ciudades, las historias, las sociedades.

No le pongo azúcar ni al mate ni al té ni al café con leche. Y tampoco le pongo sal a las papas fritas. Muero por el chocolate. Detesto la matemática. Mis únicas mascotas fueron un cobayo, que se murió a los dos años, y una tortuga, que se llama Manchita y es macho, y que se la dimos a mis primos que tenían otras tortugas para que sea un animal feliz. Cuando tenía dos años mi papá me trajo un perro a casa pero a mi mamá no le gustaba y lo devolvió una hora después. Tengo una manía con los olores: los detecto a todos. Y tengo dos tocs: no puedo irme de ningún lugar sin ir al baño a hacer pis y siempre dejo algo en el vaso, no sé hacer fondo blanco. Nunca me gustó practicar deportes de equipo: un verano a los 8 o 9 años practiqué básquet y, después de hacer un tanto en contra —y festejarlo-— y que una compañera me fracturara el tercer dedo de la mano izquierda en un partido amistoso, la agarré a mi mamá de las mangas cortas de la remera y le dije “sacame de acá”. Un día jugamos contra un equipo de varones y cuando terminamos mi papá me dijo “les dieron un baile…”. Yo pensaba que habíamos ganado y ese mismo domingo cuando mi abuelo Néstor, que estaba preparando la ensalada para el asado en la cocina, me preguntó cómo me había ido, le dije con fuerte convicción: “abuelo, ¡les ganamos! ¡les dimos un baile!”. 

Sí hice natación desde los seis hasta que terminé el CBC, y gimnasia artística durante otra tanda de tiempo, pero ahí solo era yo y mi cuerpo, lejos del contacto con los otros y sin nada que pudiera hacer que comprometiera al equipo. 

Mis primeros recuerdos escribiendo son sentada en el piso de mi habitación del 5to B tecleando en una máquina de escribir, inventado historias cortas con personajes ficticios. En esa época escribía en un diario íntimo, en agendas, hacía cartas. Después de empezar la facultad dejé de hacerlo mucho tiempo, en parte porque no sabía sobre qué escribir y, en ese momento, para mí escribir era hacer una novela de 300 páginas con el objetivo de publicarla y ponerla en un estante al lado de mis libros de Stephen King.

Un día estaba googleando datos para viajar a Colombia y me encontré con un blog de viajes y escritura, y después otro, y otro; no solo me sumergí en relatos de viaje sino que descubrí que la vida diaria, los sentimientos, hasta lo más ordinario del día a día, eran temas sobre los que se podía escribir. Y también podían ser relatos fascinantes.

A partir de ese momento me dieron mucha curiosidad otros tipos de lecturas, descubrí nuevos autores, empecé a escribir en cuadernos, en la computadora. Se me abrió un mundo de pensamientos nuevos a los que nunca había considerado acercarme y descubrí que al final todo se trataba de tomar nota de la vida: de lo que me pasa, de lo que me pasó, de lo que quiero que me pase; entendí que ahí había historias, y que si todo es importante para relatar, es porque cada momento de mi vida es importante. Y entonces mi filosofía de vida cambió: ahora estoy, ahora puedo, ¿qué quiero hacer con mi tiempo?.

Qué estoy haciendo ahora

En septiembre de 2019 dejé mis trabajos de arquitecta (donde estaba aprendiendo y creciendo profesionalmente) y mis actividades en Buenos Aires junto con (casi) todas mis cosas y vine a Europa sin pasaje de vuelta y en compañía de mi pareja, Nico, por dos motivos principales: uno, para aprender y crecer personalmente y dos, para conocer —lo más que pueda y hasta donde pueda— el mundo.

No fue una decisión fácil, especialmente porque yo proceso los cambios con mucha lentitud. Antes de tomar la decisión de irme de mi casa en Capital Federal para vivir en pareja en un barrio de casas bajas en la zona norte de Buenos Aires, tardé un año. O más. Y cuando me tocó decidir sobre irme de Argentina para tirarme a la pileta con los ojos tapados en el otro lado del mundo, tardé otra tanda de tiempo donde hubo muchas, MUCHAS preguntas, pero también hubo una neurona que le dijo a otra ¿y qué es lo peor que puede pasar?.

En estos pocos meses de viaje sin tiempo hice muchas cosas que nunca hubiera imaginado hacer años atrás: me hice adicta al autostop en Escocia mientras me subía sin miedos en autos de desconocidos, acampé en plazas, parques, incluso frente a castillos -y me amigué con la incomodidad y la falta de baño que implica acampar en libertad- aprendí a hablar italiano (mejor dicho, a armar oraciones y a entender cuando me hablan), cambié de estación favorita del año, recorrí gran parte de la isla de Sicilia en bicicleta, vi arena negra, hice amistades nuevas y pasé las primeras fiestas lejos de casa.

Abrí este blog para dejar un registro de mis viajes, físicos y emocionales, para poner en palabras la montaña rusa que tengo a veces en la cabeza y para ordenar(me) las ideas.

Hoy, pienso que el mundo es muy grande como para estar quieta, y, ya que viví treinta años en Argentina, planeo seguir en movimiento.

La hora azul es mi hora favorita del día, especialmente cuando estoy viajando: el momento justo después del atardecer, cuando el paisaje se tiñe de azul y se empiezan a encender las luces de las casas, de la calle; es el cierre del día, o el comienzo de un nuevo ciclo, y todo se ve con mejor claridad, igual que cuando escribo.

Sticky

La navidad de 1999 me regalaron un libro sobre un chico que era mago y que en el título decía algo sobre una piedra filosofal. Yo, que a los diez años no me creía ninguna boluda, pensaba que me habían regalado un libro infantil, que la abuela se había equivocado.seguir leyendo

Entro al lago caminando y sigo hasta que mojo la cabeza; me parece extraño nadar y que no se te quede pegada la salitre en el cuerpo. Que en la boca no se sienta la sal.Pasan seis patos entre dos chicas que charlan con el cuerpo sumergido y yo piensoseguir leyendo

«The Lochs & Glens Way» es una ruta de 344km que atraviesa el centro de Escocia desde Glasgow hacia Inverness pasando por lagos, valles y Parques Nacionales. Es parte de la ciclovía nacional número 7 (que a su vez es parte de la red de ciclovías del Reino Unido) yseguir leyendo

Historias, notas y pensamientos acerca del viaje en bicicleta por Italia. 5.000 km pedaleados, mucha pasta y días de camping.«Cuando se miran dos objetos separados, se empieza a observar el espacio entre los dos objetos, y se concentra la atención en ese espacio, entonces, en ese vacío entre los dosseguir leyendo

«A bicycle is the greatest tool of personal liberation most of us will ever know».«La bici es la mayor herramienta de liberación personal que muchos de nosotros conoceremos jamás». Andy, nuestro bicicletero. Esta es una guía para (re)descubrir la Capital de Escocia en bicicleta a través de senderos lisos, cómodos,seguir leyendo

Noi siamo liberi Viviamo senza limiti Gente del sud Senza penzier’ Sperando che il domani sarà meglio di ieri  «Gente del sud», BoobmDaBash. I. poner la mesa Primero, saque el mantel a cuadros del cajón y extiéndalo sobre la mesa: comer es un arte y la mesa debe ser vestida para tal ocasión. Ahora,seguir leyendo

Son casi las seis de la tarde del día dos de noviembre. Muchas personas caminan por las calles del cementerio. No queda mucho más tiempo de sol y a contraluz distingo las siluetas de las personas que deambulan pero también las siluetas de las tumbas, de los panteones, de lasseguir leyendo

En noviembre y diciembre de 2020 Nico y yo hicimos un voluntariado en la montaña en la Comunidad Valenciana, España. Estuvimos trabajando algunas horas a cambio de hospedaje en un espacio de co-living: una casa donde se hospedan nómades digitales que buscan un lugar para trabajar y a la vezseguir leyendo

Hacían casi cuarenta grados de sensación térmica. Habíamos frenado a la sombra sobre la ruta montañosa de Basilicata. Yo me senté en un murito abajo de un árbol y tomé un litro y medio de agua sin pausa. Nico, flaco y bronceado, estaba sentado en el piso en frente mío,seguir leyendo

Salgo de la ducha; tengo el pelo enredado, la cara seca, los toallones en la mano. Nico me dice “¡está nevando!” y entonces camino descalza hasta el bow window del comedor —el piso de madera cruje— y veo que cae nieve sin parar, como si vaciaran baldes de papelitos blancos desde elseguir leyendo

Aquello que hay en mí, que no soy yo, y que busco.Aquello que hay en mí, y que a veces pienso quetambién soy yo, y no encuentro.(Fragmento del prólogo de «El discurso vacío»), Mario Levrero. Entré al cementerio de Saluzzo, ví la primera lápida con el apellido Dalbesio y meseguir leyendo