Entro al lago caminando y sigo hasta que mojo la cabeza; me parece extraño nadar y que no se te quede pegada la salitre en el cuerpo. Que en la boca no se sienta la sal.
Pasan seis patos entre dos chicas que charlan con el cuerpo sumergido y yo pienso que estamos conviviendo con las especies, todos metidos adentro de esta pileta de agua dulce. Me digo que yo siempre fui de mar, pero que el lago me gusta con su estanqueidad, me conquista con su permanencia. El agua no se mueve. ¿Cómo se llena un lago de agua? ¿es agua de lluvia, viene de un río? El horizonte a lo lejos es perfecto, la línea de pelo libre de agua es perfecta. Cuando salgo del agua me siento fresca, como recién bañada, no me pegoteo, no se me pega la arena, que es negra porque se formó de rocas de lava, como en algunas playas de Sicilia. Veo las hojas de otoño aterrizadas en el fondo del lago; quedarán ahí hasta deshacerse. Veo cornalitos que nadan. Veo todo, mis piernas, mis pies con mis ampollas del viaje, porque el agua es transparente. También veo una bolsa blanca y un envoltorio de cigarrillos y me duele: ¿por qué nos cuesta tanto ser limpios?

Nico esta sumergido hasta el ombligo. Dicen que este lago es el ombligo de Italia, un remolino, un vórtice en el tiempo. Yo también estoy dentro y estoy quieta, pero estoy viva; el tiempo pasa y no, no estoy segura. El pasado, todo este viaje que traigo conmigo, y el futuro, ese que empezamos a proyectar ahora que cruzamos al norte del país y que nos preguntamos qué ruta seguir después, conviven en mí en este centro. El Lago di Bolsena es parte de la zona de Vulsina, un territorio de complejos volcánicos. Hace 370.000 años hubo una serie de erupciones volcánicas que crearon una gran caldera, una especie de cráter gigante, que se fue llenado con agua de lluvia. Agua adentro, el lago es muy profundo y hay corrientes peligrosas, tan fuertes que cada tanto se llevan a una persona. Alguien nos contó que este verano un papá y su hijo fueron a pescar en bote y nunca volvieron.
Hay dos islas en el Lago di Bolsena: una está abierta al público y se puede visitar en una excursión organizada. La otra, la Isola Martana, no se puede visitar y tiene sus propias leyendas, como que todavía existe un camino subterráneo que conecta la isla con la tierra firme. Suelen pasar cosas raras en el lago, por ejemplo, durante la cuarentena algunos locales vieron descender helicópteros negros descargando cosas en la isla, u otras como que cada tanto se encuentran objetos de la segunda Guerra Mundial en el fondo del lago, incluso una noche Nico y yo vimos una luz roja y quieta en el cielo sobre el lago, que desapareció media hora más tarde.
También vivimos otras experiencias paranormales en los entornos del lago. Un día descubrimos un parque arqueológico. Resultó ser que recientemente unos franceses encontraron ruinas etruscas (anteriores al Imperio Romano) y en la actualidad hay equipos de arqueólogos excavando en el predio. Como el lugar es abierto al público, Nico y yo nos metimos a explorar. En un extremo del parque habían unas escaleras que bajaban dos o tres metros a un túnel sin salida. Bajamos los dos pero yo salí rápido porque me dio un poco de claustrofobia, Nico se quedó sacando algunas fotos. Antes de subir, Nico apuntó el iPhone para sacarse una selfie y en la pantalla del teléfono aparecieron dos recuadros amarillos: uno, un recuadro que enfocaba su cara y el otro, a su izquierda, que enfocaba la oscuridad y que se iba agrandando cada vez más, como si —dicho con sus propias palabras— la cámara frontal estuviese captando otra cara que se acercaba más y más hacia él.


Siento que debería nadar desnuda, bañarme enserio. ¿Se podrá tomar el agua? El lago tiene un sonido, el de las olitas que llegan a la orilla, como el de una mano que revuelve un poco un balde con agua; creo que prefiero el sonido del mar, me falta ese murmullo. Será que extraño el sonido del mar o que extraño el sonido que conozco, porque el sonido del lago es nuevo para mí. Lo nuevo siempre me hace sentir melancólica frente a lo viejo, a lo conocido, a la costumbre. ¿Cuándo algo deja de ser nuevo para empezar a ser viejo y conocido?

La mañana siguiente vamos a navegar con unos amigos del viaje. Somos siete en un bote a motor que nos lleva hasta otro pueblo a orillas de lago donde paramos a almorzar.
Estar adentro del lago pero en la superficie, sin tocar el agua, es muy distinto a estar sumergida. Es como ir al ras del suelo en la bici, sin tocar el asfalto, avanzando por la inercia de las ruedas.
A lo lejos veo cómo el cielo se pone oscuro y cómo cae una cortina de lluvia, ocurriendo quién sabe cuántos kilómetros más allá. Mientras navegamos pienso en las corrientes del fondo del lago y me pregunto si no habremos sido tragados por el vórtice y en realidad ahora estamos los siete en una Italia paralela.
A la vuelta nadie sabe bien cómo reconocer Bolsena, el pueblo desde donde partimos, y mientras navegamos lago adentro debatimos —con mucha risa por el vino que tomamos en el almuerzo— hacia dónde deberíamos ir y entonces el motor del bote, que hasta ahora venía soportando bien nuestro peso, se queda sin nafta y de un momento al otro estamos todos meciéndonos en el agua quieta. Adentro del bote hay un salvavidas naranja, un par de ojotas sin dueño y un único remo de madera que usamos por turnos para llegar a la orilla más cercana. Ahí en la playa, sentada en sus reposeras, hay una pareja desnuda tomando sol: les preguntamos dónde comprar nafta y uno de nosotros se baja y vuelve más tarde con un bidón. Después seguimos, sin más problemas, a tierra firme.
*
Pero que bien que describiste Bolsena!
Se ve que te informaste.
Lo de los helicópteros en el período de la «pandemia» es cierto, yo misma los he visto. La luz roja también, recuerdo que la veia desde el balcón.
En la Isola Bisentina se dice que está la puerta hacia el Mundo de Abajo, algunos dicen que es Shamballa, otros Agarthi.
Lo que sí es cierto es que hay una ciudad subterránea.
Quién sabe si un día pasaran de nuevo por acá.
Un abbraccio, Verónica ❤️
Gracias por leerlo!
Bolsena fue un lugar muy especial para nosotros, seguro que volvemos.
Abbraccio!