Diarios de cuarentena III: Instrucciones para ir al supermercado

El nueve de marzo de 2020 decretaron en Italia la cuarentena obligatoria como medida de emergencia frente a la pandemia del Coronavirus. Yo, que estaba de viaje con Nico —mi pareja— por Sicilia, quedé atrapada en la isla.


La vida son cuatro días,
y se pasan patinando.

Iván Noble


Para ir al supermercado en cuarentena, haga lo siguiente: cuando esté cerca de la entrada, observe a su alrededor. Verá una fila larga de personas que comienza en la puerta. Verá personas llegar en auto, en moto, las verá caminar en línea recta hacia la fila: adelántese a todas ellas. Busque a la última persona de la cola y acelere el paso; vaya preguntando desde lejos “¿usted es el último?” y métasele detrás (a un metro, metro y medio de distancia entre unos y otros). Una fila en un supermercado común en un horario normal puede tardar entre una hora y una hora y media. Tenga paciencia. En el tiempo que esté en la fila le pueden agarrar ganas de toser, estornudar, soplarse los mocos, todas acciones que en tiempos de pandemia pueden generar miraditas de pánico entre los presentes. Si va a hacer algo de todo eso, hágalo con cuidado. Tosa bajito, o haga como que se aclara la garganta, gire la cabeza con disimulo para para limpiarse la nariz, intente contener el estornudo.

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Cada tanto se acercará a la fila un muchacho del personal de seguridad a recordarles a todos los clientes que sólo puede entrar al supermercado una persona por familia. Acá hágase la desentendida, porque seguro no fue sola. Si son dos, sepárense un metro, metro y medio, y no se hablen ni se miren a los ojos durante el tiempo que dure la fila. Que uno agarre un changuito, que el otro lleve una bolsa en la mano: hagan cosas distintas, de familias distintas. Excúsese por dentro: de a dos harán las compras más rápido.

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No se asuste con el panorama apocalíptico. Verá a todos en la fila con guantes de látex y barbijos con filtro. A usted, que se reveló contra el sistema y no tiene nada de eso, le darán guantes descartables de plástico —los que se usan para agarrar las verduras— cuando le toque el turno de entrar. Los va a odiar; le van a transpirar las manos, se le van a resbalar los productos.

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Adentro del supermercado verá más empleados que clientes. Verá que las góndolas más afectadas son las que tienen los productos de higiene para manos y paquetes de harina. En algún momento querrá hablar con su compañero/a, dejarle paquetes en el chango porque la bolsa le queda chica o recordarle que compre alguna cosa. Para hacer eso encuentre rincones: júntense en los huecos entre góndola y góndola cuando la empleada no mira, pase por al lado del compañero/a y háblele bajito mientras mira para el otro lado, con naturalidad. Notará que el supermercado se volvió un lugar detenido en el tiempo: como en un libro de Stephen King, lo único que escuchará mientras mete envasados en el canasto, es la música que suena en ese galpón semi vacío, con la calma que antecede la aparición de un asesino serial. Después, verá que la única amenaza real es el virus que está afuera y al poco tiempo estará cantando los jingles del supermercado en su cabeza, más relajada. 

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Optimice el tiempo. Agarre lo que sea de primera necesidad para usted: recuerde que afuera hay gente esperando. Si para usted un licor, un chocolate o un kilo de Nutella son bienes de primera necesidad lo que importa es que lo tenga claro de antemano y vaya directo a ellos. Lleve una lista hecha de su casa. 

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Cuando llegue a la caja mantenga también la distancia de un metro, metro y medio, entre usted, la cajera y los clientes que estén cerca. Con el paso de los días, verá que los cajeros, además de barbijos y guantes de látex, refuerzan su seguridad con protectores faciales —son como máscaras para soldar pero de plástico. Que no cunda el pánico.

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Lo primero que debe hacer cuando llegue a su casa es lavarse las manos. Después, ponga todos los bienes de primera necesidad en la mesa: la yerba, las cervezas, el paquete de papas fritas. Limpie todos, uno por uno, con un trapo mojado en alcohol con agua. Después, desinfecte las llaves, el celular, las manijas de las puertas, y no se desespere: las heladeras se vacían, la comida se acaba: ya llegará otra oportunidad de pisar el mundo exterior. 


Los textos de este Diario de cuarentena están inspirados en disparadores de escritura propuestos por Laura Lazzarino y Aniko Villalba.

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